13/5/09

Flores Ambarinas, No Quiero Vivir Con La Cabeza En Un Pozo

No sé a dónde voy; solo sé que quiero estar solo. Busco el tren que me lleve lejos de aquí, dejando a los míos. Por eso les deseo que siempre sean felices.

El martes se fue, como mirándolo por las vías, en la noche, no importa cuanta gente vaya en él, ya que mi vagón esta vació. Es donde viajamos los vagabundos, los que siempre escapan de algo mirando las estrellas, que a las afueras de la ciudad parecen brillar más fuerte.
Lentamente el pasado se aleja de mí, como si fuera el viento que tan solo pasa, despeinando mi cabello. Tan solo recuerdo esa brisa somnolienta, es cuando se cierran mis ojos. Me acuesto en el suelo, con mi maleta como almohada, mientras el ruido del paso por los durmientes, hace que le dé un ritmo a mi sueño.

En ese momento siento como si por alguna razón, me encontrara en la otra punta del mundo, como si algo me hubiera atrapado a mí, con mis emociones. Que a pesar de estar dormido, siento el frío, los golpes, incluso a las personas mientras todo esto ocurre.
El cielo se abre aún más; ahora los edificios desaparecen. Son grandes montañas de arena. Veo antiguas construcciones que están en ruinas. Un palacio de color blanco, con una media luna en la punta; en ese instante, ya no siento el heno del tren, ni el olor a madera vieja y a humo. Ahora siento olor del mar, siento el suelo duro en mis pies. Puedo tocarlo y se siente como un lugar desconocido al que recuerdo.

Siento mis pies que estaban en posición horizontal, ahora en posición vertical; comienzan a moverse cada vez más rápido y empiezo a correr. Sin saber por qué, alguien me persigue. Son hombres de uniforme. Tienen unas barbas extrañas. Llevan antiguos fusiles y zapatos pesados, los que puedo escuchar a distancia, mientras me mezclo con la gente. Las calles son angostas, laberínticas. Muchos mercaderes me hacen tropezar, rodar entre las naranjas y los limones. Siento el aroma de mil condimentos. Aun así, logro perderlos; comienzo a notar que las ropas son muy extrañas. Que hablan una lengua nueva para mí, aunque por algún motivo la entiendo.

Mientras busco refugio en uno de los tantos rincones de la antigua ciudad, me percato de que yo también estoy vestido con ropas diferentes. Parecen como de marinero. Incluso mi apariencia cambió. Tengo el cabello más largo y me veo más corpulento. Sin importar dónde este, me siento seguro, curioso de conocer, pero también decidido a continuar mi viaje.

Siento disparos a lo lejos, me siento resbalar por maderos húmedos: Es un puerto. Aunque podría arriesgarme a correr, para evadir las balas, decido dejarme caer al mar. Siento que un cuerda me rodea la pierna y que soy jalado. Luego me tomo de la mano de alguien, al que no le veo el rostro. Tan solo veo el reflejo de las estrellas en su silueta. Me doy cuenta que estoy de pié, en alguna clase de embarcación: Un velero. Este parte con destino incierto. Percibo que nos movemos a muchos nudos; el viento se vuelve fuerte. Debo quitarme la chaqueta y ayudar. Enfrentamos el mar. Pero éste es más fuerte que nosotros.

El barco se da vuelta una y otra vez, se deshace como si fuera de papel. Las maderas se abren. Me sujeto de algo, como un madero, pero no sé qué es. Parece la piel de un animal muy grande, algo muy frió y muy sólido, como si fuera alguna clase de ballena o delfín. Este se mueve con gran rapidez. Puedo notar que su velocidad es mucho mayor; este se desplaza hasta llegar a lo que parece un gran bloque de hielo. Allí siento que me deja seguir mi camino.
Yo debo correr por sobre este hielo, saltar de a uno en uno, mientras éste se derrite. Caigo al agua, trato de nadar, pero el agua está congelada. Me sumerjo. Siento un arpón rodear mis ropas. Creo ver un esquimal cazándome. Yo salto por encima de él y escapo; continuo corriendo, mientras una avalancha de nieve cae a mis espaldas. Veo un extraño animal que parece un oso polar, pero por su velocidad no es posible. Yo me subo sobre él para esquivar el peligro. Este se detiene al borde de un acantilado. Aunque me sostengo, no me alcanza la fuerza para no caer. Debo soltar los pelos del animal. Caigo desde muy alto, a gran velocidad; parece que estoy a cientos de kilómetros en el aire.

Continúo cayendo, tratando de aprender a volar en segundos. En vez de eso, veo venir una gran ave. Intento acercarme a ésta, usando mis brazos y mis piernas; me sostengo de su lomo. Veo la gran envergadura de sus alas. No sé qué ave es. Demasiado grande para mi conocimiento. El ave viaja cientos de kilómetros, hasta que da un giro y me deja caer.

Parece que estoy en un desierto. Hace mucho calor. Caigo de rodillas, cuando un grupo de caballos salvajes pasa literalmente sobre mí. Hasta que siento que mis manos se toman de las crines del más veloz. De alguna manera estoy sobre él, cabalgando en medio de una tormenta de arena. Siento la respiración de todos ellos , el latir de sus corazones y el rugir de sus motores.

Llegamos a una pradera, me imagino que es para beber. Pero cuando el caballo baja su cabeza, siento caer dentro de una laguna. Cuando intento escapar, veo que me es imposible. Allí dentro no se ve nada, tan solo un reflejo del exterior, lo que parecen luces verdes, amarillas y rojas. Trato de nadar, cuando siento que algo me atrapa. Un gran animal, de grandes mandíbulas, me lleva rió arriba. Presiento que pronto voy a llegar a tierra, cuando me escapo de sus fauces. Vuelvo a zambullirme en el agua, cuando veo sobre mí una extraña estela.

Escucho el sonido de balas, explosiones. Saco mi cabeza fuera del agua. Veo cientos de soldados luchando. Salgo del agua. Corro por los campos minados. Corro entre las trincheras. Siento que todo explota a mí alrededor. Veo caer grandes aviones del cielo. Mis piernas parecen recuperar velocidad. En un momento siento despegarme del suelo, perder gravedad. Siento encontrar escalones en alguna parte, entre la tierra y el cielo, como si algo me atrajera; puedo caminar entre las nubes. Estoy flotando por el cielo, cuando cientos de rocas caen del alguna parte.

Es algún meteorito. Asteroide. Algún planeta que cae sobre mí. Es una batalla librada en las estrellas y alguna civilización que colapsa frente a mis ojos. Yo quiero presenciar esto de más cerca. Así que estiro mis brazos, mis piernas; me impulso y mi cuerpo se dirige al espacio. Puedo atravesar la atmósfera. Puedo respirar en el espacio. Siento que puedo viajar a cientos, a miles a millones de años luz. Puedo abrir mis ojos de par en par, ver el cosmos cara a cara. Puedo sonreírle al sol. Puedo tocar los cometas. Puedo sentir el infinito en mis venas.

Es cuando veo las gigantescas naves. Enormes seres batiéndose a duelo. Siento una energía que jamás había conocido y como si llegara el fin de algún planeta. Una explosión gigantesca, masiva, enorme, increíble, maravillosa, antes mis ojos. No siento temor alguno, ya que cuando esta viene, extiendo mis brazos, y vuelo en medio de ella. Cruzo cada parte de ésta, siento cada gramo de tierra, de piedra, siento cada gota de lluvia, cada vida creciendo, siento las alas desplegarse. Siento el correr de la sangre de cada ser viviente, el latido de todo animal. Las lagrimas de algunos deslizándose por la piel de otros que aman. Siento los huesos chocando contra otros que odian. Siento las carnes partiéndose cuando el metal los atraviesa. Siento el plomo entrando en cada poro. Siento lo frágil y efímero de cada uno de ellos. Pero también siento una energía que no se termina con ninguna bomba, con ningún misil, con ninguna guerra. Siento los errores que cometieron. Y siento que es el final que se buscaron.
Pero aun así decido que éste no debe ser el final. Siento que todo ese fuego no vale la pena. Que sí vale la pena la vida que antes lo habitaba. Las plantas, las bestias, las aves, los hombres. Y que voy, estoy corriendo otra vez, aquí estoy, aquí voy no importa nada de lo que pueda pasar. Le doy vuelta a la página, yo le doy vuelta a la página otra vez. Que se haga la vida otra vez. Que vuelva a girar este planeta. Que vuelva a amanecer la tierra. Aquí vamos todos. Hoy crecerán mis flores ambarinas otra vez.

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