28/4/09

Inyección de caca

Largo es el trecho que se debe alcanzar a por la bestia.

Llegando de más lejos, aun, lo que estas pensando no es acaso lo mismo que has meditado, caída de día, de pie en la noche, de “esto” que se llama vida.

Esta ley de judas que solo parase estirarse con cada latido, cada gruñido, escupitajo ardiente de la caldera de los mismos abernaculos hirientes en la horma de tu zapato, que es mas una bota rota de tanto transitar, pendiente de un hilo cual ramera en celo comprometida con la sociedad solo cuando tintinean las monedas en tu bolsa, insinuaciones, lamentos, diarrea que solidifica, no puedes parar ni para evacuar tus heces, pero descansarías para evacuar tus pasiones.

Derrame de nostalgia caduca, en demagogia valiente, del cuero que es un amuleto que llevas al pecho, le llamas mi ave negra vespertina.
De la sociedad asqueada por la purificación del lamento, arquetipo del metal, plateado, o dorado, por que baila el animal, por un pedazo cobrizo que brilla.
Sin poder tolerar la realidad, de tu bolsillo buscas una raíz, una hoja alucinógena, donde nadie te ve ahí es donde te la estas devorando.

Si devorando tu esperanza de cambiar de ser mejor que la santa sede , que te manda a cazar criaturas incomprendidas, salvajes, deformes, te sientes en la cúspide de la anatomía anal, del arquetipo del grito silábico mas que castrado, aun así la muerte te sigue andando de a puntillas,
Lo llamaron por su nombre: Blut, gigante bruto, tanto como sucio, tanto como solitario, tanto como lento, tanto como no se te ocurren sinónimos para evocar la pestilencia del impío.
No te quitaras de la mente esa imagen, del pozo hemos salido, al pozo volvemos, el caldero esta lleno, el calor es intenso la mierda solidifica dentro de tus órganos, y el cuerpo parece reventar de tanta porquería entre las venas, el veneno pide a gritos salir, ver la luz del sol, quemar tus poros en la marismas por las que descienden, la joyas benditas en sus prismas esconden un secreto místico de vaga existencia.

La antropología del antropófago, la licantropía del nosferatu, la semiótica del pis, la alegría del descerebrado y la jaula del libre, la mutación de la muchedumbre, la alegoría cuasi sacra de la putrefacción de todas las cosas vivientes.


La wicharra, se asemeja al calido hedor hediendo de los cuerpos pudriéndose regados a tus costados, al grito corrompido de la rata royendo cráneos de bebe quien sabe diezmados por quien o que.
Es el miedo de cada uno en el pueblo: la mano de mono en el bolsillo de la cortesana, el deseo lustroso de lujuria, la manifestación empírica del asesino, es hermoso y apremiante como un demonio soñando.

-¡Sal! , sal de aquí vástago de la insipiente ruptura abismal.-

La lechuza crispa en la medianoche, sudando las partes intimas de la virgen que los acompaña, cuando los soldados calientan sus genitales con jarros de licor caliente, luego tibio con la lluvia de las cavernas ,sosteniendo las lanzas apenas con sus hombros, les llega la madrugada a todos y los encuentra mas que cansados.

Mas bello es recordar a los bardos atinando sangre en sus yemas al presionar el mástil de los laúdes, refulgentes al brillo del fuego, carne directa del hueso, con el aroma de batalla ganada, de cráneo débil de enemigo cobarde, suplicando por su corta existencia.
A las sirvientas rechonchas, en sus muslos grasientos, de burlescos pechos más grandes que los brazos de un troll, más jugosas que la fruta mas madura presionada obscenamente con las manos callosas de tanta espera carnal.

Cansado estas de recordar la misión, del clérigo blasfemo, de su esbozo teñido de sangre de gallo negro, de huevo escupido en los huesos, de uña batiendo la clara enseñando visiones de desorden mas allá de la comprensión simplona del común, que adolece de ciencia oscura, de herramienta sabrosa de pulpa joven, de alma teñida de noche.

Yo prefiero inyectarme mierda, directo al corazón, latiendo como recién nacido engreído, sediento de aventura promiscua, de sensación urgente de penetración social.

Bebe tu frágil recuerdo de octubre, tu otoño que no me inspira, que me inspira mas el invierno, desnudo sintiendo la nieve, el fulgor del metal clavado en la roca, salpicados de amarillo en el calor de la hoguera, es a lo lejos ver grandes alas de murciélago, una garganta como volcán, los ojos iluminados de eternidad.

Al alba, estará el niño que vuelve de la muerte, agitando su vara que quita vidas, que desplaza almas de cuerpos grávidos, prontos a sentir lo que es volar, en la luz de miles de pequeños ojos, de almas ignorantes del sentir de los dioses, de los genuinos deseos de poseerlo todo, de abrigar el mayor conocimiento tan solo con golpear la plataforma de un lúdico que es la tierra misma, con cada una de sus fichas, sus peones danzarines de un juego teatral mal propuesto por el destino, pero este cual reloj tirano no regala ni un grano de arena de mas, ni de menos echar lo que significa el deseo de volver a respirar.

Has sido decapitado mi insipiente amigo, tu misión a fracasado?
¿Aun estarás a tiempo de percatarte cual es la realidad? Cabeza de aserrín, que llevas un melón por cabeza. La criatura solo muere en las historias para niños, en las que los preciosos y heroicos caballeros en sus refulgentes armaduras se cagan en sus enaguas, al sentir el pavor de la diversión demoníaca.

Yo, prefiero inyectarme caca en las venas, directo a mi cerebro, que comerla en plato, con cubiertos o en el suelo como perro del rey de turno.

La misión volvió, tan solo con un puñado de los que fueron, quizás la virgen ya no lo era mas, sodomizada por los ayudantes de la criatura, o por los mismos escuderos.

Será cuestión de formular un nuevo relato de campeones vencidos, que los reyes fofos y mal nacidos se mueran en sus tronos, impregnados de su propia porquería, de sus propios olores. Atragantados de tanto tragar.

Aburrido de estar aquí, miro que el amanecer esta pronto a llegar, despliego mis alas, me marcho, como dije, no entiendo a estos “seres humanos”, si tuviera que ser uno de ellos tan solo por un día..(Riendo digo) prefiero inyectarme mierda en las venas.

26/4/09

AZIEL

Era enero de un dia radiante. Cuando llegaron unos hombres a buscarlo, el hombre, aunque no los había visto ya sabía que venían. Sabía también qué motivos tenían. Pero no estaba dispuesto a entregarlo. Nunca lo haría.

Eran dos jóvenes muy altos, vestidos de negro y de gafas. Tenían un acento extranjero, cuando pidieron hablar con el dueño de la casa. Los atendió un niño pequeño, que tan solo los miró y les sonrió, mientras que la luz del sol del mediodía le daba en los ojos.
Estos le pidieron que llamara a su padre.

El estaba en la parte posterior de la casa, trabajando la tierra como siempre. Cuando escuchó las voces de los extraños. Entonces rápidamente miró al que estaba junto al él, y le dijo:

-Pronto, escóndete en el granero.-

Los hombres saludaron sin ninguna formalidad más que esa, preguntaron dónde se encontraba él que venían a buscar. El hombre se quedó callado y con el ceño fruncido dijo:

-No sé de qué me están hablando.

Los dos hombres lo miraron sin hacer gesto alguno. Uno de éstos buscó algo dentro del bolsillo interno de su chaqueta. El hombre por un momento temió por su vida. Este sacó un libro con un extraño dibujo en la cubierta y le dijo:

-¿Sabe de donde venimos, no es así?-

El hombre titubeando respondió:

-Si, lo sé.-

El otro hombre de gafas le dijo entonces:

-Si lo sabe, ¿entonces por qué no nos trae lo que buscamos?.-

El hombre miró hacia atrás y gritó con todas sus fuerzas:

-¡Corre, vete de aquí!.-

Los dos hombres se abalanzaron sobre el señor, golpeándolo con una especie de bastón, con algunas inscripciones antiguas. El niño corrió hacia ellos. Uno de éstos lo miró y de una bofetada lanzó lejos al niño. Ambos hombres buscaron dentro de sus chaquetas, unas muy extrañas armas de fuego. El señor en el suelo, suplicando les dijo:

-Déjenlo, él no quiere ir con ustedes.-

Entonces uno de los hombres, le apuntó con el arma y dijo:

-Creo que usted se ha vuelto un dolor de cabeza. Hemos prolongado demasiado la espera. Usted sabía que solo podía tenerlo un periodo de tiempo. El nos pertenece y vendríamos a buscarlo cuando así lo decidiéramos. Sin embargo usted se empeña en ser una molestia.-

El hombre de gafas mira al señor tendido y sonríe. Este se dispone a disparar, aunque muy lentamente. En ese instante que tardo en disparar aparece un ser muy alto, de cabellos dorados ensortijados, vestido con una vieja túnica. Este le quita el arma al hombre de gafas. La deshace en sus manos. Abre su boca y de sus labios salen palabras que son indescifrables para los sujetos de negro. El sonido es insoportable. Estos caen al suelo, se retuercen de dolor. Uno de estos mira al ser de cabellos largos, pero tan solo puede ver una luz muy intensa. Siente que se le queman los ojos. Entonces mira al niño y éste está sentado sonriendo.

El señor tendido en el suelo se levanta y les dice a los hombres de gafas:

-Lo ven, les dije que él no quería irse con ustedes.-

El ser de cabellos rubios se quita la túnica y deja ver un cuerpo lleno de cicatrices. Extiende uno de sus brazos, abre su mano y con ésta hace una extraña seña sobre los hombres de gafas. Estos de un momento a otro comienzan a llorar. Sus llantos son cada vez más fuertes. Entre lágrimas dicen:

-Perdónanos, nosotros solo seguíamos órdenes. Es que ellos creen que eres de su propiedad. Por favor no nos lastimes.-

Entonces, el dolor se va, como si solo hubiera sido una ilusión. Los hombres se levantan y le piden perdón al señor y al niño. El hombre los invita a pasar a la casa a tomar un café. Estos sorprendidos aceptan.

Mientras toman café, comen algo de queso y jamón. El niño juega a un costado, mientras uno de los hombres explica algo sobre a la organización que representan.
Le dices que como su empresa había encontrado al “ser del espacio”, estos querían quedarse con él, que por eso lo tuvieron encerrado tanto tiempo. Como ahora que se acercaba el fin, muchos de los ciudadanos más poderosos dejaban el planeta, querían llevárselo con ellos, junto con “otros” tesoros de la humanidad. Pero que ahora comprendían que era ridículo pretender que un ser vivo es propiedad de alguien y más alguien como él.

Entonces uno de los hombres un poco sorprendido al mirar al ser de cabellos rubios, pregunta:

-¿Pero que pasó con sus alas?, ¿Acaso usted se las cortó?.-

Y el hombre dijo:

-No. Un dia en que nos enteramos que vendría el fin y que muchas personas escaparían a otros planetas, él al saber mi decisión de quedarme, sus alas se fueron por sí solas. Luego de eso me comunicó que él también se quedaría con nosotros. Que su lugar es éste.-
Ambos hombres sorprendidos, preguntaron al señor, mirando luego al hombre de cabellos rubios:

-Entonces, ¿quiere decir que el ángel, por su propia voluntad decidió quedarse con ustedes a pesar de que él también podría morir?.-

El hombre se rió y dijo:

-Pero de qué están hablando, si los ángeles no mueren.-

Entonces el hombre se dio cuenta que cuando hablaban de ésto, miraban al hombre de cabellos dorados. Este un tanto asombrado les dijo:

-Esperen, ¿ustedes no estarán hablando de él?, ¿ O sí ?.-

Los hombres de gafas miraron extrañados al señor, sin entender de qué hablaba éste.

-Este es tan solo mi hijo. Ramiel, él nació diferente, pero yo siempre dije que llevaba “las marcas del cielo”. Pero sobre quien ustedes hablan esta allí.-

El hombre señaló con el dedo al niño que estaba jugando. Y dijo:

-El es Aziel, del que ustedes hablan.-

El niño los miró. Sonrió de una forma muy extraña y luego comenzó a reírse.

Decían que este ángel cuidaría de los que se quedaran a esperar el “nuevo” mundo, a los que no tenían temor de seguir luchando por la tierra. Pero para los que escapaban de ésta, para los que daba igual conque ésta muriera, con éstos seria muy severo.

Una extraña luz iluminó el rostro de los que estaban en la pequeña casa en el campo. El rostro del niño parecía cambiar un poco a medida que la luz era más intensa. Los hombres de gafas sabían que este “dia” se había adelantado, sabían que muchas de sus naves aun no habían podido salir de la tierra. Eso fue lo último que se les cruzó por la mente cuando veían que el niño irradiaba una luz muy blanca, que rodeaba al señor y al hombre de cabellos dorados. En un instante éstos desaparecieron. Eso fue lo último que vieron, cuando cerraron sus ojos, mientras las llamas los abrazaban para luego tragarlos en un mar de fuego.

18/4/09

Hombre Gato

Dos hombres van por una carretera; hace horas que están viajando y el calor es insoportable. Podrían haber parado antes en algún hotel en el camino, pero prefirieron seguir, ya que escapaban de algo o de alguien. Ambos son callados, a pesar de estar viajando hace más de doce horas, solo han dicho unas cuantas palabras, las suficientes. Sin embargo cuando notan que queda poca gasolina y que no hay ningún lugar donde quedarse, comienzan a desesperarse.
Cuando de un momento al otro escuchan una explosión, que hace perder el control al piloto. El auto da una gran vuelta quedando en medio del camino, ambos aunque molestos también están algo resignados, ya que saben que nadie podrá ayudarlos en medio de la nada donde se encuentran.
Uno de ellos, decide salir del automóvil, para ver que ocurre. Nota que una cubierta reventó, es fácil suponer que esa fue la explosión que escucharon, mira a su compañero y le hace un gesto para que salga del coche. El compañero con cara de cansancio decide quedarse adentro; el primero muy molesto por la actitud del segundo, decide caminar un poco y nota algo que le llama mucho la atención, una tachuela de un tamaño considerable estaba en medio del camino.
Al cabo de unas horas, ambos se encuentran sofocados por el calor, sin saber cuanto tiempo se habían quedado dormidos, lo que es seguro es que ningún vehículo pasaba, ya que si no, los hubiera despertado, al menos eso creían.
Pero cuando estaban a punto de volver a dormir, un golpe en el espejo los despierta, es un hombre de muy baja estatura, de casco, pantalones anchos color negro, un tanto ridículo y una chaqueta demasiado abrigada para el calor tan exagerado en esa hora del día. Era un patrullero de caminos, casi totalmente lleno de tierra, aparecido de la nada.
-Buenos días señores, podrían mostrarme sus identificaciones-
Con una voz un tanto extraña extiende sus manos esperando la documentación requerida.
-Sí oficial, pero perdone que le pregunte, ¿usted no sabe dónde queda el hotel más cercano?, bueno en realidad necesitamos cambiar la llanta...-
Uno de los hombres es interrumpido, cuando el oficial con una voz un poco más hostil, les dice:
-Por favor podrían salir del automóvil.-
Ambos hombres extrañados, salen del vehículo, cuando el oficinal los empuja contra éste, y comienza a revisarlos.
-¿Ustedes no son de porque aquí no es cierto?.-
Lo que más los extraña es una risa seca, un tanto sarcástica de parte del policía.
-Señor, ¿entonces podemos seguir?, aunque si puede ayudarnos en nuestra situación, se lo agradecería.-
Entonces el oficial aflojándose los guantes, se vuelve a reír y les dice:
-Creo que no me han entendido cuando les pregunté si no eran de por aquí; me refería a que no saben dónde están ¿no es cierto?.-
Al decirles esto, se quita el casco, dejando ver algo que espanta bastante a los dos hombres: el oficinal tenía un rostro realmente extraño, era un ¡GATO!
De pelo negro, grandes bigotes, dientes torcidos y amarillos, una nariz de color negro, grandes orejas puntiagudas y ojos muy pequeños de color amarillo.
-Creo que ahora me hago entender mejor ¿no es así?.-
Apuntándoles con un revolver de gran calibre, les hace una seña de que caminen.
Los dos hombres se preguntan a dónde los lleva, en un camino desierto, bajo el sol que cada vez es mas intenso.
En ese momento de la nada sale una patrulla, también muy sucia, con su chasís totalmente golpeado y oxidado, sin mencionar que era un automóvil realmente antiguo.
El vehículo frena abruptamente a unos centímetros de ellos, de éste se bajan dos individuos de gran estatura, muy corpulentos, pero lo que más les intimida son sus rostros, ambos con cara de perro, de grandes dientes, hocicos húmedos y ojos rojizos.
Al acercarse más a los dos hombres, éstos pueden notar el mal aliento terrible de los hombres “perro”, mientras el hombre “gato” siempre riendo, les ordena que los lleven dentro del acabado vehículo.
Estos son forzados a subir, dentro del vehículo pueden notar un olor muy desagradable, pero lo más incómodo es la extraña decoración por dentro; se preguntan con la piel de qué animal están recubiertos los asientos; por las risas toscas de los hombres “perro” imaginan que tal vez no es la piel de un “animal”.
Rápidamente son llevados a lo que ellos esperan no sea un trágico final.
Al cabo de unos minutos, les dicen que salgan del vehículo. Cuando salen, les asombra lo primero que ven, una especie de mansión muy antigua, aunque muy descuidada, pero de un tamaño gigantesco, también el olor es insoportable.
Son llevados casi a rastras sobre grandes escalones de piedra, mientras escuchan sonidos espantosos cerca del lugar. Al dejar atrás las enormes puertas de la mansión, descubren que los sonidos eran de cientos de esos hombres “perro” vestidos todos con uniformes de la policía; también había otros, que parecían ser hombres “zorro”, aunque ellos no podían diferenciar bien entre esos rostros tan espantosos, lo que sí era seguro es que todos los “perros” eran de la raza “dóberman” y algunos “pastores alemanes”.
Los dos hombres son forzados a subir cientos de escalones, forrados en una especie de alfombra roja, un tanto destrozada por el pasar del tiempo; pero como para los hombres “perro”, los hombres se movían muy lento, los empujan, para luego arrastrarlos otra vez.
Al llegar a lo que parecía el último piso de la mansión, entran en una habitación, muy lastimados y los obligan a inclinarse ante una gran mesa colmada de manjares, tales como carnes de todo tipo, de res, de cerdo, pollo, pescado, cordero, chivo, y otras que ellos no conocían; también había una gran variedad de ensaladas, de vinos y muchos postres de diferentes tamaños.
La mesa era realmente larga, por eso no podían ver bien, al que se encontraba al final de ésta, sin embargo éste muy lentamente se acercó a ellos.
Cuando uno de los hombres quiso levantar su cabeza para mirar quién o qué era, uno de los hombres “perro” golpeó su cabeza con una de sus botas.
El hombre “gato” que apareció por detrás, se rió ante la situación y les dijo:
-Será mejor que se acostumbren a ver el mundo desde aquí abajo.-
Entonces, arrodillándose un poco, casi como haciendo una reverencia dijo:
-¡Les presento al Soberano de estas tierras, El Hombre Sagrado, Su Majestad, El Líder De Nuestra Especie: EL ABAD!.-
Entonces ambos hombres miraron hacia arriba y vieron a un hombre muy gordo, de gran estatura que tenía cabeza de cerdo.
El hombre “cerdo”, les saludó tan solo con un gesto, cerrando sus pequeños ojos de color negro, profundos, tanto que parecían huecos.
En ese momento el abad miró al hombre “gato” y le hizo un seña. Uno de los hombres “perro” tomó a ambos hombres de las piernas, los sostenía como si no pesaran nada y comenzó a sacudirlos muy fuertemente, hasta que un revólver que estaba entre las ropas de uno de éstos cayó al suelo.
El hombre “gato” tomó el revólver, y les dijo:
-Lo ven, les dije que ustedes no eran de por aquí.-
El hombre “cerdo”, volvió a sentarse en su silla, que parecía un trono, mientras el hombre “gato” aun riéndose se marchaba del lugar muy rápido. Los dos hombres muy asustados, aún se preguntaban qué ocurriría con ellos, pero no tuvieron mucho tiempo para pensarlo, ya que los hombres “perro” los sujetaron como si fueran bolsas de papa y los llevaron a la fuerza a lo que parecía el subsuelo de la mansión.
Ese lugar era realmente más perturbador que el resto de la casa, aunque no habían visto las otras habitaciones, no era muy difícil llegar a la conclusión de que esa era la peor.
Parecía ser algo así como, una sala de operaciones, pero por el desagradable olor y las manchas rojas en las paredes, parecía una carnicería barata. Colgaban grandes cuchillos y otros implementos extravagantes de los muros de ese lugar.
Un individuo de gran tamaño que rengueaba al caminar, despejó la gran mesa que estaba en el centro de la sala y puso sobre ella algo que parecían ser unos planos; el sujeto que tenía un rostro indefinido, deslizó su mano sobre el papel, casi obsesivamente, mientras emitía extraños gruñidos.
Miraba de reojo a los dos hombres, cuando con su mano temblorosa, movió uno de sus dedos, entonces aparecieron otros dos hombres “perro”, pero de pelo blanco, de un tamaño mucho mayor a los anteriores; además su olor era nauseabundo.
Los dos seres malolientes, tomaron a los dos hombres. Los llevaron hasta el otro lado de la habitación, algo que ellos no habían notado, lo que parecía ser una extraña máquina, o tal vez un implemento de tortura.
Los sentaron y ataron a ambos, luego se alejaron. Pasó un período de tiempo muy corto, cuando el otro ser, se acercó a mirarlos; éste era más desagradable que todos los anteriores; a su rostro de color muy blanco, peludo, parecía que le faltaba la nariz, las orejas, sus ojos casi no se veían, incluso su boca parecía metida hacia adentro; era muy difícil definir para ellos, de qué se trataba, les recordaba quizás a un insecto, o tal vez no se parecía a nada que hubieran visto antes.
De lo que parecía ser el sitio donde debería estar su nariz, salía un líquido negro, muy espeso, éste cada tanto se lo lamía con su gran lengua de color negro, que no se explicaba cómo cabía en una boca tan pequeña, realmente les daba mucho asco, que era al menos un sentimiento diferente, al pánico que estaban sintiendo antes.
El ser de color blanco se retiró unos pasos hacia atrás, cuando entraron en la habitación otro dos, de muy corta estatura, de un color negro, también era imposible descifrar qué eran, pero parecía que cada vez que entraba un nuevo individuo su olor era peor, éstos parecían no tener pelaje alguno y su piel era húmeda. Estos se acercaron a ellos y los miraron con sus grandes ojos literalmente anaranjados; pasaron éstos, también húmedos, por los rostros de ambos hombres; éstos, casi cerca de la náusea, no podían soportarlo más, querían gritar, decirles que los liberaran, pero por un extraño motivo, no podían hablar desde que entraron en esa casa; hacían el intento, pero de sus gargantas solo salían gemidos, o extraños sonidos, que ni ellos comprendían.
Estos individuos pequeños, traían consigo un carrito, donde llevaban un gran frasco de un color verdoso, en él algo de color oscuro se movía.
El sujeto de color blanco, metió su peluda y desproporcionada mano dentro del frasco, sacó lo que parecía ser una especie de gusano, o una masa uniforme que se movía, de un color negro como la noche, rápidamente hechó eso en los rostros de ambos hombres.
Esa extraña forma de vida se introducía por las narices de ambos hombres, mientras estos se retorcían de dolor, cuando escucharon la voz del hombre gato otra vez:
-Nunca tengas un perro como mascota, porque son muy dependientes, además sobre todo cuando son todos hombres, se aburren mucho.-
Decía el gato mientras se reía.
-Ustedes serán el regalo que prometimos, espero también lo disfruten.-


FINAL 1:

Parecía que era de noche, aunque no sabían con certeza cuánto tiempo habían estado en la casa, sobre todo después de esa experiencia tan desagradable. Tal vez era la mañana del otro día, cuando se levantaron en lo que parecía una cama muy cómoda, aunque aun no podían ver bien con claridad. Esa habitación era muy distinta de lo que habían visto antes, con un papel tapiz un tanto infantil, lleno de adornos, elefantitos, gatitos, ositos; también había muchas almohadas de color rojo y rozado, en lo que parecía la habitación de una niña, o de una joven.
Ambos se refregaron los ojos, para ver si sus sentidos no estaban fallando. Se acercaron a lo que parecía un enorme espejo en la pared, aunque muy manchado, aún algo se podía distinguir. Grande fue la sorpresa cuando notaron que sus cuerpos eran un tanto femeninos y sus rostros..., ambos tenían rostros de animal, más precisamente de oso, aunque por el atuendo y el moño en la cabeza, quería decir que eran un par de osas.

Entraron en un estado de pánico, pero fue peor aún cuando sintieron un estruendo terrible, parecía un sismo, algo realmente grande se acercaba a la puerta, que por cierto también ésta era inmensa.
Ellos no sabían qué hacer, más que esconderse bajo la gran cama, o entre otros muñecos, fue entonces cuando entró una enorme niña, con cara de gato, con un vestido rosado, lleno de pequeños moños, ésta corría hacia ellos, extendiendo sus grandes garras y les decía:
-¡Allí están mis preciosas, vengan con mami que la quiere tocar!.-
Decía la gigantesca niña “gato”, mientras abría sus enormes ojos amarillos. Una silueta conocida se asomaba por el marco de la puerta, era el hombre “gato” que se reía, mientras decía:
-Lo vez hija, papá siempre cumple lo que promete, ¿dónde esta el beso para papi?.-
Entonces la gigante niña “gato” le da un beso a su papá, mientras aprieta fuertemente a las dos ositas de peluche, entre sus garras.

(Opcional:
-Papi, ¿que es ese liquido rojo que sale de sus ojos?.-
Responde el hombre “gato mientras ríe:
-Nada mi vida, es que están llorando de tanta alegría.-)


FINAL 2:

Parecía que era de noche, aunque no sabían con certeza cuánto tiempo habían estado en la casa, sobre todo después de esa experiencia tan desagradable. Tal vez era la mañana del otro día, cuando se levantaron en lo que parecía una cama muy cómoda, aunque aún no podían ver bien con claridad; esa habitación era muy distinta de lo que habían visto: la decoración era muy lujosa; había un gran espejo en el techo, una cortinas de un color dorado, incluso había una especie de barra con muchos licores.
En ese momento se levantaron y vieron que la cama tenía una forma muy curiosa, como de un corazón: al principio ambos pensaron si estaban bien de la cabeza, o todo eso los había afectado más de lo que creían; querían hablar pero aún no podían y sentían ese dolor extraño en sus gargantas; solo podían emitir gemidos.
En ese momento se acercaron a lo que parecían unos espejos como de camerino de alguna estrella y cuando se miraron no pudieron creer lo que allí se reflejaba.
Ambos tenían cuerpos de mujeres muy exuberantes y voluptuosas y sus rostros eran como de perro, claro que por sus cuerpos, ambos se dieron cuenta que no eran perros, sino “perras”; ésto los hizo entrar en estado de terror total, ya que suponían lo peor, que ellos serian el divertimento del que hablaba antes el hombre “gato”.
Fue entonces cuando éste entró por la puerta y les dijo:
-Bueno chicas, prepárense que los muchachos están muy ansiosos y cuando digo muy, me refiero a que en verdad lo están. Ah, ¡se me olvidaba¿mencioné que son muchos, no?, por eso como les decía antes, espero lo disfruten.-
El hombre gato, sale de la habitación y deja la puerta entreabierta, dejando ver una interminable final de hombres “perro”, con una sonrisa de oreja a oreja.

(Opcional:
-Ah, y no se preocupen por ese problema de no poder hablar.-
Dijo el hombre “gato”, que volvió a la habitación.
-Que con sus gemidos basta.-
Les decía mientras se marchaba riendo.)


FINAL 3:


Parecía que era de noche, aunque no sabían con certeza cuánto tiempo habían estado en la casa, sobre todo después de esa experiencia tan desagradable. Tal vez era la mañana del otro día, cuando se levantaron en lo que parecían unas camas pequeñas, como de cárcel; ellos sabían bien esto, porque en sus vidas “pasadas” habían tenido muchos problemas con la ley. Ambos se sentían muy extraños, como “pesados”, lentos, ciertamente se movían con mucha dificultad, además sentían otra vez ese olor tan desagradable.
Casi chocándose el uno con el otro al ser la habitación tan estrecha, todo era muy extraño: parecía como un cuartel de policía, o algo similar; con mucho esfuerzo llegaron a unos espejos de lo que parecían unos diminutos baños al final del corredor y ambos a medida que se acercaban a éstos, tenían la extraña sensación de que el lugar no era pequeño, sino que ellos eran muy grandes.
Al verse en los espejos, vieron un terrible espectáculo: ambos tenían cara de perro y sus cuerpos también eran gigantes como los de aquellos seres. Aterrorizados quisieron gritar, pero en vez de eso solo pudieron emitir extraños gruñidos y algo que parecían ladridos.
En ese momento entro un hombre “perro” muy extraño, vestido con lo que parecía una camiseta deportiva, con un número en el medio; éste les hacía una seña con la mano, como de que se acercaran.
Cuando se abrió la puerta, se encontraron en un gran parque de un color verde y blanco, que era una especie de campo deportivo, donde dos equipos de hombres “perro” unos vestidos de amarillo, los otros de rojo, los esperaban con amplias sonrisas y aplaudían a medida que éstos se adentraban al lugar.
Saltaban y daban torpes vueltas con sus enormes cuerpos, con cada salto parecía que la tierra se movía, que todo se vendría abajo, pero éstos parecían muy felices, porque les daban abrazos y emitían sonidos de alegría, aunque muy extraños, pero al menos no eran gruñidos.
En ese momento uno de ellos trajo lo que parecía un extraño balón de una forma, aunque para ellos imposible, era “cuadrado”; un balón cuadrado, con el que los hombres “perro” parecían jugar un extraña disciplina deportiva, una mezcla de muchos deportes, pero de ninguno a la vez, usaban los pies, las manos, la cabeza, todo su cuerpo.
Algunos le daban puñetazos, otros se echaban sobre el balón, ellos tan solo miraban, hasta que uno les ofreció jugar. Uno de los hombres sin saber qué hacer, lo tomó y lo lanzó a otro hombre “perro”; éste que lo alcanzó, saltaba de felicidad cuando lo atrapó. Así fue como a medida que pasaban los minutos, o tal vez horas, ya que ellos habían olvidado un poco la noción del tiempo, comenzaron a divertirse también con el juego de este balón cuadrado y ciertamente a hacerse amigos de aquellos hombres “perro” que ya no parecían tan amenazantes; fue entonces cuando un silbato anuncio el final del juego y un extraño ser, un hombre “topo”, trajo una enorme bandeja en sus hombros, con lo que parecía una muy apetitosa carne; la verdad ellos no sabían qué carne era, pero lo cierto es que había pasado mucho tiempo que no comían y además por una extraña razón, tenían un apetito que jamás habían sentido antes.
Se sentaron todos en el campo deportivo, a comer con muchas ganas, mientras otros, que eran hombres “zorro”, les servían un vino rosado y delicioso, en grandes cantidades.
Así fue como de apoco, se fueron olvidando de cómo llegaron allí y de qué habían sido anteriormente; ahora ellos también se sentían parte de los hombres “perro”.

(Opcional:
Fue entonces cuando apareció otra vez el hombre “gato”, que dijo:
-Bueno, demasiada fiesta por hoy.-
Y señalándolos, les dijo:
-Ustedes dos, los nuevos, hoy como es su primer día, les toca... .-
Ellos sin saber de qué hablaba, recuperándose de tanto vino y tanta comida, se dirigieron a donde el hombre “gato” les decía.
-¡Bien, resultaron muy buenos ustedes, por eso les toca trabajar; vamos a cazar hombres!.-
Sorprendidos, pero a la vez no tanto, los dos siguieron al hombre “gato”, mientras saludaban muy cálidamente a sus compañeros aún tendidos comiendo en el campo deportivo.)

CUARTO Y ULTIMO FINAL:

Eran las nueve de la noche, hora en que normalmente todos los hombres comían; la mayoría cansados de esperar comenzaba a gruñir y golpear la mesa.
Fue entonces cuando el general o el “gato”, como la mayoría le decía, muy enojado les dijo:
-Bueno, vayan cerrando sus hocicos caninos, que la comida ya está por llegar.-
Al cabo de unos minutos, llegó el platón de metal, como siempre, que tanto odiaban todos; allí el mismo alimento de siempre para perros ,que tanto les molestaba, pero era lo único que tenían, así que tomaban el tenedor y ¡a comer¡
Fue entonces cuando uno de los hombres dio un gran ladrido, al ver que en su plato había un pequeño anillo.
El general tuvo que intervenir, ya que comenzaron a pelear por un anillo de un ser humano, que había quedado en la comida.
-Por eso es que les pido siempre que les quiten las cadenas, relojes, etc.-
Dijo el gato muy molesto.
-La picadora no puede hacer todo el trabajo por ustedes.-
Los hombres guardaron silencio, mientras comían. Alguno de ellos se quedaría con el botín.

Compañero De Cuarto

Caminé durante horas, pasando por los restos de lo que fue una gran ciudad. Recuerdo cuando estudiaba en la universidad más importante del centro. Cuando había conseguido el mejor trabajo que tuve, ganaba dinero suficiente como para darme mis pequeños lujos. Todo eso parecía haber pasado hace muchos años.
Pero la verdad es que solo pasaron seis meses, que habrían sido los seis meses más largos que alguien podía vivir.

Ahora el centro de la ciudad era una zona desolada, incluso peligrosa. Yo siempre pensé que tan solo en las primeras semanas, los supermercados serían saqueados en cuestión de minutos; pero no fue así. Al parecer ésto había afectado a las personas mucho más de que lo yo podría imaginar; había cientos de cuerpos tendidos en las puertas del centro comercial; cuando yo pasé aún estaba el puesto de venta de dulces en el cine, aún estaba lleno de chocolates, así que llené mi bolso. Me hubiera gustado ver una película, pero al parecer alguien se robó el proyector.
Aún así me pude imaginar la escena, esa persona sentada en el último asiento, mientras el techo se caía, mientras se escuchaba la ciudad cayéndose a pedazos.

Continué mi travesía, hasta que llegué a un viejo edificio, que para mí era conocido, porque un amigo vivó allí; ahora parecía no vivir nadie. Subí las escaleras, ya que el ascensor como era de imaginar estaba fuera de servicio.
Llegué al tercer piso, cuando vi que el apartamento “D” tenía la puerta entreabierta. Mi curiosidad pudo más que mi temor, y me acerqué.
Me encontré con que un joven de gran estatura, estaba tratando de empujar una gran nevera hacia el otro cuarto.
Su primera reacción fue de temor, y buscó una escopeta que tenia apoyada en una vieja mesa de madera. Yo levante mis manos, en señal de que no era peligroso; él me apuntó durante unos minutos, me hizo unas preguntas, y luego se calmó.
Me dijo que su nombre era Orlando, que estaba llevando las cosas útiles de otros apartamentos al suyo. No tuvo que pedirme ayuda con la nevera, ya que dejé mi bolso y me dispuse a empujar junto a él.

Luego de ayudarlo con otras cosas, trajo una silla, y dijo que si quería algo de beber.
Mi sorpresa fue grande cuando abrió la alacena. Pude ver que había hecho una buena colección de licores. Evidentemente llevaba algún tiempo en el edificio, ya que no solo había podido juntar bebidas, sino que también tenía muchos muebles, algunas armas de fuego de distintos calibres, municiones, muchas y variadas ropas, sabanas y mucha comida enlatada. Además de eso guardaba muchos galones de agua en botellas viejas. Aunque no sabía si era seguro tomar de esa agua.

Nos sentamos y hablamos de todo un poco. Me contó que antes de que todo ocurriera, él estudiaba astronomía, que se había ganado una beca para estudiar en España; también me dio una muy veloz visión sobre la vida, claro que según su opinión, el cosmos como él le decía, era su única realidad. Más que nada me decía que la guerra no le había afectado, tampoco el supuesto fin de la civilización; que él decía que solo era el fin de la sociedad que debía caer. Me dio sus motivos por los cuales no extrañaba nada de eso, que tan solo se podía fijar en la grandeza del universo.

Al cabo de unas horas, me dio mucho sueño la conversación y le pregunté dónde podía descansar, él me dijo que había una bolsa de dormir, una de tantas. Entonces me metí dentro de ella y traté de conciliar el sueño. Otras noches, con el frío y el miedo, me era imposible. Pero por algún motivo esa noche dormí como un niño.
Tal vez sería por lo aburrido de la charla, o quizás era porque me sentía seguro allí.

Al otro día, comimos unas sardinas, de su gran dotación de alimentos encontrados; bebimos un poco de un jugo concentrado, de esos que no vencen en dos años o más.
Luego me dijo que debía salir, que iba en búsqueda de alguien, una chica que había conocido poco después de la guerra, en un momento que todos estaban escapando, en el que llamaban “el gran tren”, al parecer el único vehículo del viejo mundo que aún estaba en uso. Que ella le dio datos, para que la encontrara, que él no podía perderse esa oportunidad.

Yo creí comprenderlo muy bien, aunque pensaba que si yo hubiera estado en su lugar no hubiera ido; él era mucho más valiente de lo que yo podía ser.
Así que se despidió de mí, después de llevarse mi bolso lleno de latas, dos armas, municiones, fósforos, unas bengalas, y otras cosas. Bolso que se lo presté, aunque también pensé en que podría ser la última vez que lo veía, pero no me importaba ganar a cambio un apartamento seguro, lleno de víveres y elementos útiles.

Al cabo de una semana, me parecía algo extraño que no regresara; incluso temía por su vida, pero también tenía un poco de tristeza por mí mismo, ya que me sentía más seguro con la compañía de alguien, que estando solo en un edificio, donde no sabía quién más lo habitaba, y que la verdad no me atrevía a inspeccionar.

Los días pasaron muy lentamente; me sentía muy aburrido también; era algo extraño para mí despertar cuando salía el sol y acostarme cuando este se ocultaba; en mi vida anterior vivía más de noche que de día. Pero ese tiempo, por más que lo recordaba, quedó atrás..

Así que estaba aburrido la mayor parte del tiempo, también al no tener que preocuparme por buscar alimento, ya que con todo el que tenia, prácticamente no debía hacer ningún esfuerzo.
Fue entonces cuando empecé a tener una extraña curiosidad por revisar las cosas de Orlando y con éso no quiero decir las armas, o los tantos libros que era evidente eran de otras personas, si no que hablo de las cosas personales de éste.
Sus escritos, sus fotografías, y las cartas de su novia.

Comencé por sus libros de astronomía y sus cuadernos de estudio, la verdad lo mas aburrido que había leído en mi vida. Luego continué con algunos objetos personales como revistas, historietas, pequeñas cosas que aunque inútiles, ahora eran lo único con que podía pasar el tiempo. Me sentaba en el baño y como la luz del sol se reflejaba en la tarde, leía muchas horas; luego cuando se hacía de noche, tomaba una vela y la encendía. No era una gran diversión, pero era mejor que mirar por la ventana.

Hasta que un día, tomé las fotografías. Las primeras eran algo interesantes, sobre todo porque me traían recuerdos del viejo mundo, fotos de paisajes, como los bosques donde me crié en mi niñez, fotos del cielo, como nunca lo había visto y como nunca lo volvería a ver. Pero a la décima foto de éstas, me aburría otra vez.
Así que busqué en algunas más personales, fotos con la familia, que no se parecían en nada a él. Fotos con amigos, compañeros de universidad, con lo que parecía un equipo de fútbol. Hasta que me di cuenta de que había llegado a las fotos de su novia, una chica realmente bonita y no solo me refiero a un buen cuerpo, sino a un rostro precioso, además diferente; no era lo usual, no lo sé tal vez estaba muy aburrido y muy sólo; por eso se me hacía tan especial, pero en realidad no lo era tanto: pelo castaño, cara de niña, ojos claros, sí era linda, pero quién sabe cuántas personas hay así, aunque quién sabe cuántas así quedarían vivas después de lo ocurrido.
Después de mirar muchas fotos, cambié de posición porque sentía que me cansaba dentro del baño. Continué mirando las de él con la novia, hasta que pude notar, que en un momento solo había fotos de esa chica. Algunas en las que ella sonreía, otras en las que tan solo miraba la cámara, pero otras en las que no parecía disfrutarlo. Había un juego de fotos, donde era evidente que fueron tomadas una detrás de la otra; al pasarlas todas seguidas, se podía notar que ella miraba con mucha molestia la cámara y que luego ponía sus manos para ocultar su rostro.
Continué mirando las fotos de esta chica, hasta encontrar algunas de ella en ropa interior, incluso casi desnuda, pero su rostro era lo que me impresionaba; ella tenia cara de miedo, de pánico, había lagrimas en sus ojos. En algunas de esas fotos ella estaba en el suelo, parecía golpeada, o tal vez era que yo lo estaba imaginando todo.
Me sentí mal al ver esas fotos, yo no debería estar haciendo eso. Sin embargo la curiosidad normal me llevó a continuar, al menos yo me justificaba así, diciendo que era normal hacerlo.
Las fotos continuaban: en algunas aparecía Orlando; él reía, pero con mucha malicia; en muchas parecía sujetarla con fuerza a medida que miraba las fotos, parecían contarme algo que yo no podía entender, pero justo cuando todo se volvía realmente interesante, había un juego de fotos que estaban quemadas, no del todo, pero no se podían ver las imágenes claramente.

Esto me molestó un poco, pero aún estaban las cartas; eso también era interesante.
Comencé a leer algunas aburridas, normales, algunas exageradamente románticas, hasta que encontré lo que buscaba, algunas cartas donde ella comenzaba a hablar de problemas, de que él se comportaba mal, de su carácter. Pero yo insistía en encontrar algo más, ese algo que estuve imaginando. De tanto leer sentía que tenia sueño, que seria mejor continuar a la mañana siguiente. Pero en un momento tuve la extraña sensación de que debía hacerlo en ese momento, ya que no sabía cuando él volvería.
Entonces volví a leer más cartas, donde ella hablaba claramente en terminar la relación, pero luego de eso las cartas parecían no tener cronología, como si a propósito él las hubiera mezclado. Fue entonces cuando me di cuenta de algo, que no había pensado: yo había leído cartas de los dos, de Carolina, que así se llamaba ella y de Orlando.
Eso no podía ser, a menos que ella se las hubiera devuelto, o peor aún, nunca las hubiera leído. Comencé a buscar en los sobres algo que me indicara ésto y fue así como encontré el rótulo: “DEVOLVER AL REMITENTE”. Esto en parte sació un poco mi curiosidad, pero aún sentía que faltaba encontrar algo. Entonces comencé a releer carta por carta y descubrí lo que realmente buscaba. Muchas de las cartas en las que Carolina cambiaba drásticamente su discurso y su actitud, estaban escritas con otra letra, con la misma letra que estaban escritas las de Orlando. Eso quería decir que en algún momento de su obsesión y seguramente al no tener más contacto con ella, ya que ésta no lo quiso así, él comenzó a hablar por Carolina, diciendo lo que él realmente quería oír : que aún lo amaba, que la hacía feliz y que deseaba estar con él por siempre.
Sin embargo, había algo en las fotos, que todavía me perturbaba: el hecho de no poder ver qué había en las que estaban quemadas.

Comencé a mirar una por una otra vez, aunque tenia muchas ganas de encontrar algo en especial; no había nada. Pero entonces, en una de esas fotos algo se veía, algo que no era claro. Solo se veía el rostro de Carolina, lo demás era confuso; no sabia si estaba él, no sabia que ocurría. Pero algo había en la mirada de ella, en sus ojos que en ninguna otra foto se apreciaba, algo que no sabia si lo estaba imaginando, o si realmente estaba allí, imaginé algo terrible. Todo me decía que había ocurrido lo peor.
Hasta creía ver en las ropas que tenia Orlando algo que lucía como de ella, algo que parecía incriminarlo en lo que sea que me estuviera imaginando.

Aunque continué buscando, no encontré nada más. Pero a pesar de eso, en un momento comencé a desear que él no volviera y ese deseo cada vez fue más grande, día tras día.
Comencé a desear incluso, que le ocurriera algo en su camino, o que al menos se encontrara con esa chica y que todo le saliera bien.
Luego empecé a pensar otras cosas, ¿ y si le hace lo mismo a esa chica?, ¿Y si en realidad no existe y se la está imaginando?, ¿ Y sí es Carolina?.
Había momentos en que incluso sentía que me atraía su novia, momentos en los que pensaba que yo podría haberla tratado mejor, que podría haberla cuidado de personas como él, de que yo podría haberla amado.
Pero todos eran pensamiento y nada más. Me daba cuenta de que esta soledad, o esta espera me estaban afectando la cabeza. Si no fuera porque pensaba que él aún vendría, hubiera quemado todas sus cosas.

El tiempo pasó, yo perdí la cuenta, nunca más nadie llegó al edificio y por algún motivo realmente inexplicable las provisiones nunca se acababan, así que me quedé allí, esperando, día tras día. Pero él nunca llego; yo empezaba a olvidar su nombre, olvidar por qué se fue, incluso olvidar cómo llegué a ese lugar. Por momentos tenía la sensación de que siempre estuve allí.
Antes tenía temor de volverlo a ver; podría haberme marchado hace tiempo, juntar gran parte de las provisiones, incluso esconderme en otro apartamento del edifico, o de otro cercano. Pero no quería irme.
Por momentos tenia extraños pensamientos, sobre que él tal vez se cansó de esperar por ella, por Carolina, y que como ese lugar lo atrapaba, se tuvo que escapar, que la única excusa fue ir a buscarla. Pero luego me hacía preguntas del por qué la comida no se acababa y creía ver que las latas estaban vencidas desde hacía mucho tiempo. Que eso me hacía tener alucinaciones estúpidas. Pero lo que más me llamaba la atención era el por qué en las fotos muchas veces no se encontraba él. Es más: muchas veces me encontraba yo en las fotos con ella.
Entonces me preguntaba. ¿Y como sería de otra forma?, Si Carolina era mi novia, ¿ o no?

Así me quedé esperando a que ella llegara, como me prometió. Hace tiempo que lo hago.
A veces me enojo con ella porque no se deja tocar, a veces me obliga a golpearla, a veces me obliga a cosas peores, pero al final yo sé que me ama, yo sé que todo eso le gusta. Lo que me aburre un poco y a la vez no puedo explicar, es que nunca nadie venga a visitarme. A veces me gustaría poder mandar un mensaje que diga:
Orlando se siente sólo, por favor alguien... venga.

A la izquierda del padre, yo convivo con mi mascara


¿Un perro que hace?
Cual es el motivo de querer tener modales, de seguir un patrón,
Una estructura enfermiza que solo controla el lóbulo frontal, que nos hace por lo tanto mas vulnerables a la critica externa…

Para que incluir estas líneas anteriores..
Todo comenzó con la muerte de la única persona que alguna vez respete, una vida llena por demás de reglas por cumplir.

Una fuerte línea de conducta religiosa, un traje limpio, una corbata a juego y un libro negro, más apretado que mis dientes cuando sentía la pequeña varilla golpeando mis dedos, tal delgada, pero después de muchos intentos, los trazos rojos quedan en el ajustado banquillo de los acusados.

Sus paseos por el parque, sus sermones repetitivos, ¿que es el temor al “padre” de todos modos?
Su mirada poco alentadora, reflejaba en sus pupilas un futuro aun menos prometedor, el hallazgo del asco, de que esas ropas nunca irían conmigo, que algún día tiraría ese libro por la ventana, y fumaría una etiqueta entera antes de poner el arma en mi boca.

Fue una sombra en la pared, o fue el no poder mirar mas mi rostro en el espejo, fue la perra que tenia antes de entrar en la institución, el trapeador limpiaba los suelos del establecimiento, aquella vieja mujer con olor a alcohol, con olor a tabaco y con su artritis matándola no hacia mas que quejarse, diciendo cuanto odiaba aquel viejo animal, pero aun así, creo que cuando le tiraba las sobras del almuerzo, era porque algún sentimiento tenia por ella.

En las largas mesas, donde los ancianos, tragaban su pan viejo, su café frió, no había migajas para mí, ni una palabra de aliento, ni un perdón, como el que ellos predicaban.

Pienso que durante tantos años escape de este sentimiento, ahora con el arma en la boca, medito una vez mas el porque, la sujeto, la acaricio.
La llevo ahora mi cabeza, pero hay algo que carece de sentido, miro la sombra otra vez.

El reflejo de la luz que entra por el filo de las ventanas, golpea justo el armario, aquel viejo armario de la oficina, donde tantos elementos de diversión eran expropiados por estos dadores de “fe” y de “ley”, años después suplantados por elementos de tortura de “placer”, de liberar sus carnes de pecado, por que todos tenemos necesidades no?

No puedo evitar sentir una ultima curiosidad, abro lentamente de par en par el viejo mueble, para ver colgando las cadenas, el cuero, los látigos.
Pero es justo en el medio, con otras mascaras, que esta aquella pequeña obra de arte, una mascara singular, algo que no parecía hecho para sus necesidades, con formas arabescas, a la vez muy rectas, la cabeza del perro formaban y en la frente un gran bozal, obviamente para que no pudieran gritar.

Yo le podría haber perdona lo que sea a esos hijos de puta, pero ¿Por qué tenían que meterse con el único ser que yo quería?
Dicen que el fuego purifica el alma y dicen que el tiempo en que tarda en viajar una bala a nuestro cerebro, es el tiempo en que pasa nuestra vida completa ante nuestros ojos.

Creo que eso es una gran mentira, yo no necesite ese tiempo para ver solo detalles que no me gustaron, creo que no había fuego que me purifique a mi, o a ellos.
No podía irme sin dejar una marca, ¿Qué sentido tendría si no?

Así que antes que el disparo me desfigure el rostro, tome la mascara, sujete al “perro” y este se volvió parte de mi, se volvió mi nuevo rostro por así decirlo, o al menos el rostro con el que otros me reconocerían.

Deje la institución sin darme cuenta que yo también portaba ese “traje” que de eso no me había librado, igualmente alguna utilidad tendría después para mi.

Al principio fue fácil, nadie iba a extrañar a esas personas, al menos lo único que dejaban era deudas, mujeres golpeadas, hijos que los aborrecían.

Pero con el tiempo esto se volvió monótono. Me hizo falta un cambio, para variar.
Así que arremetí con cada personaje que me había topado y que yo notaba que no sobresalían lo suficiente como para que alguien los reclamara.

Sin duda que aun me faltaba algo más, tal vez ansiaba de alguna manera muy enferma volver a ese lugar, a la “institución”, a la casa donde habite, la casa del padre.

Mis uñas estaban muy sucias, no podía quitarme esa mugre, sentía como si no se quitara con nada. Rajuñe los ridículos empapelados, esas nauseabundas flores verdes en fondo beige que tanto temor me causaban de niño, ahora eran el vestido viejo de una mujer solterona que llora su desaliento.

El lugar ya no estaba habitado por murmullos, y correderas en las escaleras, ahora era el silencio, el mal olor, el edificio cayendo a pedazos.
Igualmente algo me decía, de que los cimientos aun estaban calidos, a la espera de un final distinto.

Los dadores de ley estaban tan viejos, tan marchitos ahora, no se veían como las grandes sombras que tapaban toda luz en los salones, que sus grandes bocas, con dientes metálicos, parecían chasquear a cada respiro que dábamos, a cada movimiento en falso, cada suspiro incorrecto.
Pienso si alguna vez meditaron en el hecho de las consecuencias que esto podría traer.

Al final sus voces no se apagaron, mas bien sus gritos se alzaron tanto, escalando en sus cuerdas vocales milímetro a milímetro, mientras las astillas calientes se clavaban en su gargantas, mientras rasgaban sus ropas, como si esto fuera a apagar el incendio en su interior, la tensión de cada músculo de su cuerpo, sudando aceite, como calderas en ebullición, grandes cráteres de excremento saliendo de sus poros, de sus cuencos, vomitando eses al momento de pedir clemencia, de pedir por sus vidas, pero un perro no sabe como hacerlo, el gusano se retuerce tan solo sin poder emitir ningún sonido.
Sin embargo estos si fueron sonoros ya que algún vecino entrometido al escuchar llamo a la fuerza de vigilancia.

El resto fue por reflejo, uno de los viejos al ver un extraño enmascarado con esa careta “bondage” trato de escapar, dejando caer un farol a gas en la alfombra, creo que aunque no contaba con el detalle, mi cuerpo tenia frió, el sudor que corría por mi espalda era el responsable, necesitaba un poco de calor, necesitaba sentirme como en casa, mientras abría en dos a estos despojos en vida, a los que tanto hablan , como recipientes vacíos que son, que llenan con su porquería, a las mentes jóvenes, frágiles, ávidas de tragar cada centímetro de su basura.

El sujeto no pudo correr demasiado, se tropezó con un escalón, y yo sin más ni mas, deje soltar un poco de plomo de mis manos, supongo que fue a dar justo con algún órgano esencial, quien sabe, tal vez se partió la mandíbula con la caída.
Lo cierto es que pude sentir un quejido, un sollozo, que me dio risa al principio, un poco de pena. Pero después al comprobar que no venia de este, me confundió bastante.

Un pequeño, de trajecito, de cabellos rubios, se encontraba en el umbral de la puerta, al principio pensé que estaba asustado, llorando, después pude notar mas bien, como con una mueca, reía de oreja a oreja.

Esto me sacudió, me provoco cierta ira, al notar que podía mirarme a los ojos, sin sentir nada de pánico ante este rostro metálico de can.
Yo no supe que hacer, ese instante de duda, que podría haber sido de un segundo o de una vida completa, me hizo perder la cabeza, eso y las sirenas afuera, las luces ambarinas anunciándome que pronto vendrían a buscarme.

Sin dudar mas, sujete del brazo al niño y lo lleve conmigo a rastras por las escaleras, de un momento a otro nos encontramos en la azotea.
El maldito no paraba de reírse, casi como dándole arcadas de tan exagerados sus ademanes.
Por algún motivo vino a mí, una vieja clase de teología, un padre que me decía en la manera que a veces somos tentados o engañados por ese del que tanto me hablaban.
Volví en mis cabales cuando sentí golpes en la puerta de madera detrás de nosotros.

El pedazo de metal y plástico que tenia en mis manos pensaba como nunca antes, el chico solo me miraba sonriendo, creo que se burlaba de mi sudor, o de mi falta de valor, los peones azules en la calle gritaban y apuntaban sus rifles, como si eso fuera a aclarar mis dudas, demandaban una respuesta pronta y claramente que optara por cesar hostilidades.
Que significaba cesar hostilidades igualmente, creo que la mierda que tanto me habían metido en la cabeza de niño, estaba surtiendo efecto.
Ahí estaba yo, creyendo que un simple muchacho podía ser una amenaza, ¿acaso que podía ser un o el caído? Digo en que mierda estoy pensando, he venido a otra cosa a este lugar. ¿Y no se supone que ya lo hice?

Comenzaba a sentir que se quemaban mis zapatos, necesitaba aclarar mis ideas, relajarme, cambiar de escena, si es que el fuego purifica, yo no lo sentía, mas bien tenia el peso del cuerpo del niño en mis brazos, después de todo a mi no me molestaba arder, pero ¿debía yo arder con el?

Demasiadas preguntas en una fracción de tiempo, uniformes de un lado, otro uniforme más oscuro del otro. Por suerte llegue a una conclusión a último momento, me vi sosteniendo un cadáver en el fuego, me mire postrado en la habitación de un hospital, entubado y vigilado en la puerta.
Me reí de mi mismo escoltado por los uniformados, obligándome a bajar mi cabeza cuando entraba en uno de sus vehículos, todas las opciones eran patéticas o indeseables, todas menos una.

Si yo soltaba el arma, igual era blanco fácil, no podía arrojarlo al vació por que se despedazaría contra el concreto de la calle.

Así que lo sujete muy fuerte, le sonreí, y salte justo arriba de ellos, soltando todo el plomo que podía caber en ese pedazo caliente de metal.
Antes de tocar el suelo no sentí ni un silbido, nada que se clavara en mi pecho, en mis manos, no estuve tan errado en mi pensar, lo único que pude sentir es mis huesos colisionando, fue el tratar de girar de alguna manera para no caer de frente, yo creo que hasta lo logre, al menos un segundo antes de que mi cabeza se desprendiera de mi torso, de que no fuera mas responsable de la voluntad de mi brazos, de mis manos, de no poder sujetarlo, y mucho menos de evitar que ciertas partes de mi lo salpicaran poco antes de dejar mi cuerpo.

¿Cuál es la conclusión? ¿Cuál es la imagen final?
No siento frió, ni calor, no veo ninguna imagen clara, no me evapore en las llamas,
Tampoco me moje en esa lluvia terrible que caía en la ciudad, tan solo me fui, de alguna manera, por algún camino, sin sentir que rozaba el suelo en mis pies, sin sentir el sudor entre las ropas, tan solo termine tratando de fumar, de sostener el ultimo cigarrillo en mis manos, al percatarme de que la noche mas fría puede ser las mas acogedora, realmente la mas calida.