8/7/09

LCF

Difícil, OH difícil es defender la parte mas repudiada.

Así como el suspiro de la doncella, el corpúsculo carneo de la semilla sangrante.
El esconderse de las luces ambarinas, y la sordera de los antiguos profetas.

El correr en busca de la carga, una tras otra identidad falsa, el arte del cambio.
El herir, el saber, la lucha interna, el podio desierto, la cuna en llamas.

La maldición del faraón, la predica de la llegada del hijo del rayo.
Cuando en la noche, la huérfana perseguida por las espadas, descendiendo eones de tiempo. El súcubo se rasga las vestiduras, escapa por los senderos de olvido.

Por que, porque he perdido, la luz me lastimo, la noche me amparo.
Quite una vida, otra me fue dada a cambio.

Metí mi mano izquierda en mi pecho, y no sentí nada. Vació, un portal, el vortex, la aleación de los miedos, los ríos de sangre y fuego.

Dos pequeñas niñas, con ojos con ventanas al infinito, corren por los bosques cantando letras al revés, danzando entre sueños, dibujando en el aire con sus dedos, sonriéndole a la nada, batiendo alas en la inmensa oscuridad.

Creí haber soñado ese beso, protegiendo la familia, protegiendo un ideal.
El mensaje no era una fantasía, era una voz en mi mente.

Me levante de entre los muertos, el útero de donde provenía tenia una lapida, era una cripta, un pozo pútrido falto de vida, allí en el fuego donde quemaron a las niñas, por donde la sangre de las Wicharras, y de Atila corría por sus venas.

Después de la última gran guerra, del último gran insulto, la perdida del único anhelo, es cuando las puertas se abren de par en par, la luz es demasiado intensa otra vez, como ver la supernova explotando en el rostro. La sed de venganza, el hambre por carne humana, la cuerda en el cuello.

Al final cuando los corceles cabalgan en la tierra yerma, una espada de siete lenguas de fuego, escupe rabia a los perseguidos, sazona heridas abiertas en la función para un solo comensal.

La gruta que estaba cerrada, vomita su pasado, en la ventisca que nubla la visión, que enardece los miedos y la conjetura del mas grande de los perjurios, el en sueño, la emanación de risas en el abismo.

Cuando amanece, en el templo olvidado, las hermanas esperan con los cuencos en alto, trepidando simbolismos, alucinando fibrosas pieles, engullendo las pesadillas, respirando la putrefacción de los muertos.

El pequeño niño, observa dando su aprobación, el gigante a su lado sostiene la vara que abre el canal, y cuando tocan las últimas campanadas, acurrucado como un gato buscando calor sonríe con sus colmillos brillando, como si fuera un demonio soñando.

Hecho verídico que ocurrió en algún lugar del tiempo.

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