8/8/09

El descenso de Gabriel (Circulo de Fuego)

Erzebeth se levantaba algo sobresaltada en una fresca mañana de septiembre, cuando la primer campanada de la ama de llaves llamaba a desayunar.
Gofres de jamón, con jalea de arandanos, acompaña por finas tostadas con mantequilla, con chocolate caliente con su nata.

La niña esta un tanto agitada por que siente que el día que su fallecida madre tanto le había pronosticado, el paso de niña a mujercita ha llegado. Un día muy especial según sus hermanas mayores, incluso que su propio padre le felicitaría si no fuera por estar ausente en la guerra civil que los gobernantes decían que se acercaba.

Ese día tan especial para una niña, seria especial por otra cosa, algo que el dulce corazón de la muchacha no podría imaginar.

Al bajar la gran escalinata, y sin escuchar el consejo de su ama de llaves, sus pasos llaman a la perdición al bajar de manera apresurada sin sujetarse del pasador.
La bella muchachita, tropieza con su vestido nuevo y parece caer una eternidad por aquellos viejos y crujientes peldaños de ébano.

Sus ojos se abren de par en par, aunque el salón amplio para ser eterno ahora, falto de muebles, incluso de toda decoración, es una habitación blanca y refulgente, como si las paredes fueran del cristal mas bonito, pudiendo notar la bella flora que acompañaba las propiedades de su padre.

En el centro de la habitación un hombre con ropas al parecer un tanto extrañas para su conocimiento le sonríe de manera muy dulce.
Aunque la niña aun no ha sentido atracción por hombre alguno aun, puede decirse que tal vez sea la primera vez que viene a su mente que este señor desconocido, posee una belleza que le hace olvidar la bizarra situación de estar en un sitio que no es el comedor de su hogar.

Los ojos cristalinos del hombre le miran con cierta quietud, que relaja a Erzebeth.
Una de sus manos casi femenina hace un gesto aunque delicado, un tanto extravagante, con el cual ella se siente movida a su lado en tan solo un instante.

La niña sin saber por que se dice a si misma que este ser, es un ángel. Un ángel del que se enamora a primera vista.
El que ahora llama ángel sujeta su mano y mencionando palabras sin mover sus labios, hace sentir a la pequeña algo que para otros podría ser una perversión, pero para esta es lo mas bonito que le han hecho sentir.
Sin tocar su piel uno de sus dedos parece abrir una pequeña puerta en la frente de la muchachita.
Es cuando de pronto comienza a recordar algo olvidado, algo escondido por algún motivo en su subconsciente.

Su madre, mas joven, casi desnuda vestida solo con una brillante túnica, danzando alrededor de un fuego celeste, junto a otras muchas señoritas, algunas del todo desnudas, algunas tomadas de la mano de criaturas que no parecen ser muy amistosas.
Algunas de estas criaturas parecen no tener forma, otras parecen asemejarse a lo que ella conoce de los muchachos. Pero tal vez es algo grotesco visto de esta manera, ver sus genitales exhibidos de manera tan liberal, que incluso le hacen pensar si todos los hombres poseerán esas mismas cualidades.

De pronto del fuego celeste que parece oscurecer tornándose púrpura sale lo que al parecer en una primera mirada, es una muy bella mujer, ceñida por un extraño traje que no se parece a nada que viera antes.
Al observar mejor se da cuenta de que su cuerpo es extraño, por que aunque tiene pechos como su madre y las demás señoritas, su rostro es de un hombre, muy bello, pero hombre.
Sus piernas tan delgadas como de una bailarina se dan lugar en el centro de la ceremonia, es cuando su madre parece sufrir un cambio, una especie de espasmo, o ataque, que la deje tumbada en el suelo.
En un instante, como en un pestañeo toda la escena cambia, se percata de que su madre esta sola, en lo que parece ser una habitación muy oscura, tan solo iluminada por unas pocas velas.
Lo que parece pisar es tierra, aunque sin saber como puede sentir un hedor asqueroso.
Su madre parece estar de cabeza sostenida tan solo con una mano, con la otra trazando unos símbolos en la tierra, con un liquido que al no ver ningún otro material cercano parece que sale de alguna parte de su cuerpo, sus piernas una extendida y la otra cruzándola, formando una especie de triangulo.

Su visión ya de por si era confusa y perturbante cuando su madre con la mano que se sostenía parece sujetar su boca y abrir por la fuerza el tamaño de sus labios, moviéndose de manera extraña su quijada, haciendo parecer que su madre goza tanto de placer que sonríe de manera descabellada, a pesar de la sangre que brota de sus mejillas.

Cuando la niña quiso seguir observando los ojos de su madre en la visión se clavaron en ella y todo el supuesto sueño termino.

Abrió sus ojos, y el hombre seguía allí, ahora abrazándola, acunándola, besando su frente, colmándola de favores.
Entonces el hombre por fin abrió su boca, movió sus labios y entre sus dientes sucios y lastimados que eran lo único no bonito de este, dijo:

Tu madre era una bruja, y fue quemada viva. Con esa pequeña picazón, sus lágrimas fueron derramadas. Su gracia fue tejida, como los cabellos de la virgen, que sostiene la llave de la única puerta que solo tiene picaporte por dentro.
Así es pequeña estoy hablando de tu corazón. Es la puerta que debes abrir, para que pueda pasar.

La niña como adormecida por sus palabras, parece sonreír extendiendo sus brazos, como flotando muy cerca del hombre. Sus miradas se encuentran, la niña siente amar con sinceridad al extraño que le ha llamado ángel.

En su momento de mayor placer cuando parece abrazar por fin al extraño, de pronto siente un murmullo a sus espaldas, otra presencia gigantesca, de pisada firme.
La mirada del extraño se perturba al notar esta presencia, casi con sorpresa y furia al mismo tiempo.
Erzebeth siente como un frío y grueso metal se clava en su espalda y la atraviesa de par en par. Siente que su ultimo exhalar de vida es una incógnita, al no comprender que sucede.

La enorme figura de cuerpo musculoso, cabellos muy largos, vestida con ropas relucientes, como en una extraña conjunción de túnica y uniforme militar sostiene el cuerpo de la niña, y la deja ya sin vida en el suelo, como quien levanta tan solo una nuez, diciendo con una doble voz que resuena en su eco, como un hombre y una mujer al tiempo:

Otro intento fallido “hermano”, de hecho ya basta de molestarnos los domingos.

Un canto antiguo entre las niñas:
Gira gira, sujeta la piedra, la serpiente se encuentra detrás de la rueda.
Mira mira, la tuya la mía, en tu mano cabe esa moneda.
Pica, pica, que entre las frentes los cuernos se lleva.
Hermanas, la tuya y la mía, cantando danzando, el fuego no quema.

No hay comentarios: