18/4/09

A la izquierda del padre, yo convivo con mi mascara


¿Un perro que hace?
Cual es el motivo de querer tener modales, de seguir un patrón,
Una estructura enfermiza que solo controla el lóbulo frontal, que nos hace por lo tanto mas vulnerables a la critica externa…

Para que incluir estas líneas anteriores..
Todo comenzó con la muerte de la única persona que alguna vez respete, una vida llena por demás de reglas por cumplir.

Una fuerte línea de conducta religiosa, un traje limpio, una corbata a juego y un libro negro, más apretado que mis dientes cuando sentía la pequeña varilla golpeando mis dedos, tal delgada, pero después de muchos intentos, los trazos rojos quedan en el ajustado banquillo de los acusados.

Sus paseos por el parque, sus sermones repetitivos, ¿que es el temor al “padre” de todos modos?
Su mirada poco alentadora, reflejaba en sus pupilas un futuro aun menos prometedor, el hallazgo del asco, de que esas ropas nunca irían conmigo, que algún día tiraría ese libro por la ventana, y fumaría una etiqueta entera antes de poner el arma en mi boca.

Fue una sombra en la pared, o fue el no poder mirar mas mi rostro en el espejo, fue la perra que tenia antes de entrar en la institución, el trapeador limpiaba los suelos del establecimiento, aquella vieja mujer con olor a alcohol, con olor a tabaco y con su artritis matándola no hacia mas que quejarse, diciendo cuanto odiaba aquel viejo animal, pero aun así, creo que cuando le tiraba las sobras del almuerzo, era porque algún sentimiento tenia por ella.

En las largas mesas, donde los ancianos, tragaban su pan viejo, su café frió, no había migajas para mí, ni una palabra de aliento, ni un perdón, como el que ellos predicaban.

Pienso que durante tantos años escape de este sentimiento, ahora con el arma en la boca, medito una vez mas el porque, la sujeto, la acaricio.
La llevo ahora mi cabeza, pero hay algo que carece de sentido, miro la sombra otra vez.

El reflejo de la luz que entra por el filo de las ventanas, golpea justo el armario, aquel viejo armario de la oficina, donde tantos elementos de diversión eran expropiados por estos dadores de “fe” y de “ley”, años después suplantados por elementos de tortura de “placer”, de liberar sus carnes de pecado, por que todos tenemos necesidades no?

No puedo evitar sentir una ultima curiosidad, abro lentamente de par en par el viejo mueble, para ver colgando las cadenas, el cuero, los látigos.
Pero es justo en el medio, con otras mascaras, que esta aquella pequeña obra de arte, una mascara singular, algo que no parecía hecho para sus necesidades, con formas arabescas, a la vez muy rectas, la cabeza del perro formaban y en la frente un gran bozal, obviamente para que no pudieran gritar.

Yo le podría haber perdona lo que sea a esos hijos de puta, pero ¿Por qué tenían que meterse con el único ser que yo quería?
Dicen que el fuego purifica el alma y dicen que el tiempo en que tarda en viajar una bala a nuestro cerebro, es el tiempo en que pasa nuestra vida completa ante nuestros ojos.

Creo que eso es una gran mentira, yo no necesite ese tiempo para ver solo detalles que no me gustaron, creo que no había fuego que me purifique a mi, o a ellos.
No podía irme sin dejar una marca, ¿Qué sentido tendría si no?

Así que antes que el disparo me desfigure el rostro, tome la mascara, sujete al “perro” y este se volvió parte de mi, se volvió mi nuevo rostro por así decirlo, o al menos el rostro con el que otros me reconocerían.

Deje la institución sin darme cuenta que yo también portaba ese “traje” que de eso no me había librado, igualmente alguna utilidad tendría después para mi.

Al principio fue fácil, nadie iba a extrañar a esas personas, al menos lo único que dejaban era deudas, mujeres golpeadas, hijos que los aborrecían.

Pero con el tiempo esto se volvió monótono. Me hizo falta un cambio, para variar.
Así que arremetí con cada personaje que me había topado y que yo notaba que no sobresalían lo suficiente como para que alguien los reclamara.

Sin duda que aun me faltaba algo más, tal vez ansiaba de alguna manera muy enferma volver a ese lugar, a la “institución”, a la casa donde habite, la casa del padre.

Mis uñas estaban muy sucias, no podía quitarme esa mugre, sentía como si no se quitara con nada. Rajuñe los ridículos empapelados, esas nauseabundas flores verdes en fondo beige que tanto temor me causaban de niño, ahora eran el vestido viejo de una mujer solterona que llora su desaliento.

El lugar ya no estaba habitado por murmullos, y correderas en las escaleras, ahora era el silencio, el mal olor, el edificio cayendo a pedazos.
Igualmente algo me decía, de que los cimientos aun estaban calidos, a la espera de un final distinto.

Los dadores de ley estaban tan viejos, tan marchitos ahora, no se veían como las grandes sombras que tapaban toda luz en los salones, que sus grandes bocas, con dientes metálicos, parecían chasquear a cada respiro que dábamos, a cada movimiento en falso, cada suspiro incorrecto.
Pienso si alguna vez meditaron en el hecho de las consecuencias que esto podría traer.

Al final sus voces no se apagaron, mas bien sus gritos se alzaron tanto, escalando en sus cuerdas vocales milímetro a milímetro, mientras las astillas calientes se clavaban en su gargantas, mientras rasgaban sus ropas, como si esto fuera a apagar el incendio en su interior, la tensión de cada músculo de su cuerpo, sudando aceite, como calderas en ebullición, grandes cráteres de excremento saliendo de sus poros, de sus cuencos, vomitando eses al momento de pedir clemencia, de pedir por sus vidas, pero un perro no sabe como hacerlo, el gusano se retuerce tan solo sin poder emitir ningún sonido.
Sin embargo estos si fueron sonoros ya que algún vecino entrometido al escuchar llamo a la fuerza de vigilancia.

El resto fue por reflejo, uno de los viejos al ver un extraño enmascarado con esa careta “bondage” trato de escapar, dejando caer un farol a gas en la alfombra, creo que aunque no contaba con el detalle, mi cuerpo tenia frió, el sudor que corría por mi espalda era el responsable, necesitaba un poco de calor, necesitaba sentirme como en casa, mientras abría en dos a estos despojos en vida, a los que tanto hablan , como recipientes vacíos que son, que llenan con su porquería, a las mentes jóvenes, frágiles, ávidas de tragar cada centímetro de su basura.

El sujeto no pudo correr demasiado, se tropezó con un escalón, y yo sin más ni mas, deje soltar un poco de plomo de mis manos, supongo que fue a dar justo con algún órgano esencial, quien sabe, tal vez se partió la mandíbula con la caída.
Lo cierto es que pude sentir un quejido, un sollozo, que me dio risa al principio, un poco de pena. Pero después al comprobar que no venia de este, me confundió bastante.

Un pequeño, de trajecito, de cabellos rubios, se encontraba en el umbral de la puerta, al principio pensé que estaba asustado, llorando, después pude notar mas bien, como con una mueca, reía de oreja a oreja.

Esto me sacudió, me provoco cierta ira, al notar que podía mirarme a los ojos, sin sentir nada de pánico ante este rostro metálico de can.
Yo no supe que hacer, ese instante de duda, que podría haber sido de un segundo o de una vida completa, me hizo perder la cabeza, eso y las sirenas afuera, las luces ambarinas anunciándome que pronto vendrían a buscarme.

Sin dudar mas, sujete del brazo al niño y lo lleve conmigo a rastras por las escaleras, de un momento a otro nos encontramos en la azotea.
El maldito no paraba de reírse, casi como dándole arcadas de tan exagerados sus ademanes.
Por algún motivo vino a mí, una vieja clase de teología, un padre que me decía en la manera que a veces somos tentados o engañados por ese del que tanto me hablaban.
Volví en mis cabales cuando sentí golpes en la puerta de madera detrás de nosotros.

El pedazo de metal y plástico que tenia en mis manos pensaba como nunca antes, el chico solo me miraba sonriendo, creo que se burlaba de mi sudor, o de mi falta de valor, los peones azules en la calle gritaban y apuntaban sus rifles, como si eso fuera a aclarar mis dudas, demandaban una respuesta pronta y claramente que optara por cesar hostilidades.
Que significaba cesar hostilidades igualmente, creo que la mierda que tanto me habían metido en la cabeza de niño, estaba surtiendo efecto.
Ahí estaba yo, creyendo que un simple muchacho podía ser una amenaza, ¿acaso que podía ser un o el caído? Digo en que mierda estoy pensando, he venido a otra cosa a este lugar. ¿Y no se supone que ya lo hice?

Comenzaba a sentir que se quemaban mis zapatos, necesitaba aclarar mis ideas, relajarme, cambiar de escena, si es que el fuego purifica, yo no lo sentía, mas bien tenia el peso del cuerpo del niño en mis brazos, después de todo a mi no me molestaba arder, pero ¿debía yo arder con el?

Demasiadas preguntas en una fracción de tiempo, uniformes de un lado, otro uniforme más oscuro del otro. Por suerte llegue a una conclusión a último momento, me vi sosteniendo un cadáver en el fuego, me mire postrado en la habitación de un hospital, entubado y vigilado en la puerta.
Me reí de mi mismo escoltado por los uniformados, obligándome a bajar mi cabeza cuando entraba en uno de sus vehículos, todas las opciones eran patéticas o indeseables, todas menos una.

Si yo soltaba el arma, igual era blanco fácil, no podía arrojarlo al vació por que se despedazaría contra el concreto de la calle.

Así que lo sujete muy fuerte, le sonreí, y salte justo arriba de ellos, soltando todo el plomo que podía caber en ese pedazo caliente de metal.
Antes de tocar el suelo no sentí ni un silbido, nada que se clavara en mi pecho, en mis manos, no estuve tan errado en mi pensar, lo único que pude sentir es mis huesos colisionando, fue el tratar de girar de alguna manera para no caer de frente, yo creo que hasta lo logre, al menos un segundo antes de que mi cabeza se desprendiera de mi torso, de que no fuera mas responsable de la voluntad de mi brazos, de mis manos, de no poder sujetarlo, y mucho menos de evitar que ciertas partes de mi lo salpicaran poco antes de dejar mi cuerpo.

¿Cuál es la conclusión? ¿Cuál es la imagen final?
No siento frió, ni calor, no veo ninguna imagen clara, no me evapore en las llamas,
Tampoco me moje en esa lluvia terrible que caía en la ciudad, tan solo me fui, de alguna manera, por algún camino, sin sentir que rozaba el suelo en mis pies, sin sentir el sudor entre las ropas, tan solo termine tratando de fumar, de sostener el ultimo cigarrillo en mis manos, al percatarme de que la noche mas fría puede ser las mas acogedora, realmente la mas calida.

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