26/4/09

AZIEL

Era enero de un dia radiante. Cuando llegaron unos hombres a buscarlo, el hombre, aunque no los había visto ya sabía que venían. Sabía también qué motivos tenían. Pero no estaba dispuesto a entregarlo. Nunca lo haría.

Eran dos jóvenes muy altos, vestidos de negro y de gafas. Tenían un acento extranjero, cuando pidieron hablar con el dueño de la casa. Los atendió un niño pequeño, que tan solo los miró y les sonrió, mientras que la luz del sol del mediodía le daba en los ojos.
Estos le pidieron que llamara a su padre.

El estaba en la parte posterior de la casa, trabajando la tierra como siempre. Cuando escuchó las voces de los extraños. Entonces rápidamente miró al que estaba junto al él, y le dijo:

-Pronto, escóndete en el granero.-

Los hombres saludaron sin ninguna formalidad más que esa, preguntaron dónde se encontraba él que venían a buscar. El hombre se quedó callado y con el ceño fruncido dijo:

-No sé de qué me están hablando.

Los dos hombres lo miraron sin hacer gesto alguno. Uno de éstos buscó algo dentro del bolsillo interno de su chaqueta. El hombre por un momento temió por su vida. Este sacó un libro con un extraño dibujo en la cubierta y le dijo:

-¿Sabe de donde venimos, no es así?-

El hombre titubeando respondió:

-Si, lo sé.-

El otro hombre de gafas le dijo entonces:

-Si lo sabe, ¿entonces por qué no nos trae lo que buscamos?.-

El hombre miró hacia atrás y gritó con todas sus fuerzas:

-¡Corre, vete de aquí!.-

Los dos hombres se abalanzaron sobre el señor, golpeándolo con una especie de bastón, con algunas inscripciones antiguas. El niño corrió hacia ellos. Uno de éstos lo miró y de una bofetada lanzó lejos al niño. Ambos hombres buscaron dentro de sus chaquetas, unas muy extrañas armas de fuego. El señor en el suelo, suplicando les dijo:

-Déjenlo, él no quiere ir con ustedes.-

Entonces uno de los hombres, le apuntó con el arma y dijo:

-Creo que usted se ha vuelto un dolor de cabeza. Hemos prolongado demasiado la espera. Usted sabía que solo podía tenerlo un periodo de tiempo. El nos pertenece y vendríamos a buscarlo cuando así lo decidiéramos. Sin embargo usted se empeña en ser una molestia.-

El hombre de gafas mira al señor tendido y sonríe. Este se dispone a disparar, aunque muy lentamente. En ese instante que tardo en disparar aparece un ser muy alto, de cabellos dorados ensortijados, vestido con una vieja túnica. Este le quita el arma al hombre de gafas. La deshace en sus manos. Abre su boca y de sus labios salen palabras que son indescifrables para los sujetos de negro. El sonido es insoportable. Estos caen al suelo, se retuercen de dolor. Uno de estos mira al ser de cabellos largos, pero tan solo puede ver una luz muy intensa. Siente que se le queman los ojos. Entonces mira al niño y éste está sentado sonriendo.

El señor tendido en el suelo se levanta y les dice a los hombres de gafas:

-Lo ven, les dije que él no quería irse con ustedes.-

El ser de cabellos rubios se quita la túnica y deja ver un cuerpo lleno de cicatrices. Extiende uno de sus brazos, abre su mano y con ésta hace una extraña seña sobre los hombres de gafas. Estos de un momento a otro comienzan a llorar. Sus llantos son cada vez más fuertes. Entre lágrimas dicen:

-Perdónanos, nosotros solo seguíamos órdenes. Es que ellos creen que eres de su propiedad. Por favor no nos lastimes.-

Entonces, el dolor se va, como si solo hubiera sido una ilusión. Los hombres se levantan y le piden perdón al señor y al niño. El hombre los invita a pasar a la casa a tomar un café. Estos sorprendidos aceptan.

Mientras toman café, comen algo de queso y jamón. El niño juega a un costado, mientras uno de los hombres explica algo sobre a la organización que representan.
Le dices que como su empresa había encontrado al “ser del espacio”, estos querían quedarse con él, que por eso lo tuvieron encerrado tanto tiempo. Como ahora que se acercaba el fin, muchos de los ciudadanos más poderosos dejaban el planeta, querían llevárselo con ellos, junto con “otros” tesoros de la humanidad. Pero que ahora comprendían que era ridículo pretender que un ser vivo es propiedad de alguien y más alguien como él.

Entonces uno de los hombres un poco sorprendido al mirar al ser de cabellos rubios, pregunta:

-¿Pero que pasó con sus alas?, ¿Acaso usted se las cortó?.-

Y el hombre dijo:

-No. Un dia en que nos enteramos que vendría el fin y que muchas personas escaparían a otros planetas, él al saber mi decisión de quedarme, sus alas se fueron por sí solas. Luego de eso me comunicó que él también se quedaría con nosotros. Que su lugar es éste.-
Ambos hombres sorprendidos, preguntaron al señor, mirando luego al hombre de cabellos rubios:

-Entonces, ¿quiere decir que el ángel, por su propia voluntad decidió quedarse con ustedes a pesar de que él también podría morir?.-

El hombre se rió y dijo:

-Pero de qué están hablando, si los ángeles no mueren.-

Entonces el hombre se dio cuenta que cuando hablaban de ésto, miraban al hombre de cabellos dorados. Este un tanto asombrado les dijo:

-Esperen, ¿ustedes no estarán hablando de él?, ¿ O sí ?.-

Los hombres de gafas miraron extrañados al señor, sin entender de qué hablaba éste.

-Este es tan solo mi hijo. Ramiel, él nació diferente, pero yo siempre dije que llevaba “las marcas del cielo”. Pero sobre quien ustedes hablan esta allí.-

El hombre señaló con el dedo al niño que estaba jugando. Y dijo:

-El es Aziel, del que ustedes hablan.-

El niño los miró. Sonrió de una forma muy extraña y luego comenzó a reírse.

Decían que este ángel cuidaría de los que se quedaran a esperar el “nuevo” mundo, a los que no tenían temor de seguir luchando por la tierra. Pero para los que escapaban de ésta, para los que daba igual conque ésta muriera, con éstos seria muy severo.

Una extraña luz iluminó el rostro de los que estaban en la pequeña casa en el campo. El rostro del niño parecía cambiar un poco a medida que la luz era más intensa. Los hombres de gafas sabían que este “dia” se había adelantado, sabían que muchas de sus naves aun no habían podido salir de la tierra. Eso fue lo último que se les cruzó por la mente cuando veían que el niño irradiaba una luz muy blanca, que rodeaba al señor y al hombre de cabellos dorados. En un instante éstos desaparecieron. Eso fue lo último que vieron, cuando cerraron sus ojos, mientras las llamas los abrazaban para luego tragarlos en un mar de fuego.

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