19/3/09

Un Dia Para Recordar

El señor Guzmán, se levanta bien temprano en la mañana. Es otro día soleado en el nuevo mundo. Le da un beso en la mejilla a su esposa y se levanta para preparar el desayuno para los dos. Se lava rápidamente la cara y aún con su rostro mojado, se dirige a la cocina, secándose mientras busca las tazas preferidas por él y su mujer.
Busca en la alacena el café, el azúcar, busca la leche en la nevera; cuando la encuentra, nota que solo queda como para una taza. Pero en ese momento el lechero toca el timbre: viene con la dotación semanal.
El lo saluda, el muchacho como siempre le desea un muy buen día, le sonríe y continúa con su recorrido.
El se queda unos minutos mirando el parque; piensa en que debe hacerle una pasada más, ya que el pasto esta muy alto, pero luego se ríe para sus adentros y recuerda lo que le dice su esposa: que él siempre lo ve largo, que se tome un día de descanso.

Entra a la habitación para ver si ella ya se levantó, le lleva el café, con dos cubos de azúcar, un jugo de naranja, unas tostadas con mantequilla y mermelada de manzana.
Ella lo recibe con un beso y una gran sonrisa. El enciende la radio y se dirige al living.
Busca el periódico y se sienta en el sofá. Ella se tarda un poco más en el baño, mientras se arregla. En las noticias no hay nada que valga la pena. Aun continúan insistiendo en lo que muchos llaman la última gran guerra de los conflictos internacionales; incluso algunos hablan de unirse para sobrevivir luego de la catástrofe.
Pero para el señor Guzmán, éstas son puras habladurías, ya que él sobrevivió a una guerra y nunca llegó el supuesto “fin”.

En su rutina, había logrado vivir muchos años felices junto a su esposa, a pesar de que sus hijos vivieran lejos y que ya no tuviera contacto con ellos, incluso que su hijo mayor falleciera en un accidente hace cinco años. Pero él siempre supo cómo superar cualquier contratiempo. Siempre se decía a sí mismo que aún tenia a su mujer, su bella casa, que aún el lechero pasaba todas las mañanas, que el periódico siempre estaba esperando junto a la puerta y cómo podría olvidarlo, si aún tenían a “tomy" su perrito Chihuahua que les hacía compañía.

Más de uno podría decir que este abuelito tenia todo resuelto, a pesar de que el fin sí llego, a pesar que el viejo mundo quedó atrás y con él también se quedó el señor Guzmán, que se había aferrado tanto al pasado, que aún veía al lechero a diario; que aun parecía ver noticias nuevas en la prensa, que se sentaba todavía a ver la novela en la televisión y que por algún motivo veía que el pasto no dejaba de crecer.

Lo cierto es que no había periódicos nuevos, no había ninguna cadena de televisión, tampoco ninguna radio, que las personas que cumplían esa rutina día a día, ya no existían. Triste hubiera sido para él poder abrir los ojos, mirar la “nueva” realidad que a nadie le gustaba, pero que él aún tenia el don de no percibirla.

Algunas veces su propia esposa le mencionaba el hecho de que nada de eso era real, de que debía comenzar a aceptar todo como estaba, que ni siquiera su perrito tomy se encontraba allí y que además debían marcharse donde hubiera comida y donde otras personas pudieran ayudarlos, ya que ellos a su avanzada edad podían tener un accidente en cualquier momento.

Sin embargo, él siempre la convencía de que nada de lo que ella decía era cierto, que tal vez los medicamentos que tomaba la ponían nerviosa, pero que pronto visitarían al médico que le daría algo nuevo. El siempre trataba de solucionar los problemas con una sonrisa; parecía lograrlo a veces, ya que ella le sonreía también.
Pero muchas veces lloraba en la noche. El lo sabia, la escuchaba, pero no sabia cómo calmarla.

Hasta que un día decidió que para hacerla feliz, era mejor seguirle la corriente y ver qué sucedía después. Esperó a la noche, cuando estaban por acostarse, le dijo que al día siguiente se prepararían para salir a buscar a otras personas que pudieran ayudarlos y que sobre todo buscarían un lugar mejor, donde ella se sintiera más tranquila.
Ella se alegró mucho, le dio un beso, lo abrazo. Luego le dijo que ella tenia muchos planes, sobre todo porque había escuchado en la radio días antes de todo el caos, que había grupos de ayuda, que eran personas decentes, que ellos estarían seguros.

A él le daba un poco de tristeza ver cómo su señora deliraba; seguramente tanto tiempo alejada de sus hijos, le había afectado mucho; ella siempre fue una persona frágil. Pero aún así él la acompañaría a donde fuera, aunque ésto que ella pretendía fuera peligroso para sus vidas. El tan solo quería verla feliz.

El señor Guzmán se acostó otra noche más, pensando en lo que haría al otro día. Se quedó mirando unos minutos el techo y luego observó el pútrido cadáver de su esposa, le dio un beso y le deseó buenas noches. Le dijo que todo saldría mejor al día siguiente.

No hay comentarios: